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EL ÚLTIMO ADIÓS

Guatemala, domingo 15 de abril de 2007

Domingo 15 de abril de 2007

Paola Hurtado, Claudia Méndez y Mirja Valdés


Fue un mezcla televisiva sin precedentes: Un canal evangélico. Un director de la Policía Nacional Civil (PNC). Un programa de televisión para reforzar los valores humanos y frenar la violencia. Tres peculiares elementos, una vez por semana, un horario estelar. Oraciones al cielo, llamadas de los televidentes, aplausos y bendiciones para el jefe policial.

Fue un programa que estuvo al aire desde Agosto de 2004 en el Canal 27 y se llamó “Valor y Servicio”. Su conductor y anfitrión era el propio director de la PNC, el monumental Erwin Sperisen en su uniforme policial, quien todos los jueves, a las 21:00 horas, aparecía ante las cámaras, no para hablar de operativos ni de las novedades de la policía, sino de lo bueno que pasaba en la institución y de las cosas que le preocupaban a la ciudadanía.

Desde los comienzos del programa, hasta su última aparición el pasado lunes 2 de abril, Canal 27 cedió el espacio sin ningún costo. Eran 60 minutos al aire divididos en dos segmentos: el primero se usaba para transmitir reportajes pregrabados sobre aspectos positivos de la Policía; y durante la siguiente media hora, Sperisen disertaba, recibía y contestaba los mensajes de los televidentes, en vivo.

La audiencia manifestaba sus inquietudes a través del teléfono y del teleprinter. El canal propuso que se filtraran antes de sacarlas al aire, pero el propio Sperisen pidió que se transmitieran tal y como llegaban. Los operadores se alistaron para cortar la llamada en cuanto escucharan una palabra soez, pero, para su sorpresa, los televidentes normalmente guardaban la compostura.

En su mayoría, se recibían denuncias. Vecinos que contaban que en tal casa vendían droga o que en determinaba calle observaban movimientos extraños. Pero también le daban al director mensajes motivadores. “Siga así, oramos por usted, que Dios lo bendiga”.

Sperisen nunca se identificó como miembro de una congregación evangélica en particular. Tampoco era feligrés de La Familia de Dios, iglesia liderada por el pastor Luis Fernando Solares, y propietaria del Canal 27. Sin embargo, fue por la figura de Sperisen, quien se presentaba como cristiano, que la PNC obtuvo este espacio televisivo, el cual se convirtió en una especie de prédica policial, con una considerable audiencia (1 millón de televidentes, según la página electrónica de Canal 27).

Pero las transmisiones, que solo se interrumpían cuando el director salía de comisión, se tornaron irregulares en marzo. Los eventos de febrero, cuando una sección de la Policía se vio involucrada en el brutal asesinato de tres diputados salvadoreños y una serie de evidencias revelaron una política de exterminio social dentro de la institución policíaca, terminaron por alterar el orden del “Valor y Servicio”.

Fue hasta la cuarta semana de marzo cuando Sperisen volvió a aparecer en la televisión, justo cuando en el Congreso le daban el voto de desconfianza a su jefe, el ministro de Gobernación Carlos Vielmann, y los diputados pedían, además, la destitución de ambos.

Sperisen ya no era director de la PNC cuando ofreció su último programa el lunes 2 de abril. Fue una transmisión improvisada, que no respondió al orden del guión original: el director usó los 60 minutos en vivo para hablar y en ese tiempo dio una de las declaraciones más reveladoras ofrecidas, hasta ahora, por parte de las antiguas autoridades de gobernación: “Incurrimos en ilegalidades, pero hicimos lo justo”.

elPeriódico intentó por diversas vías acceder a los videos del Canal 27. El pastor Solares no autorizó obtener ni ver dichas copias y declinó conversar con elPeriódico. La oficina de Relaciones Públicas de la PNC explicó que nunca se interesó en grabar el programa porque era un “asunto religioso”, en tanto que la oficina de “Valor y Servicio” de la institución dijo que no cuenta con equipo de grabación.
Pero las palabras de Sperisen quedaron calcadas en la mente de muchos observadores y despertaron diversas discusiones.

El polémico mensaje

Fernando Mazariegos, Mercadólogo, Teólogo y Catedrático de la Universidad Panamericana, escuchó el programa. Después de oír esas palabras concluyó que eran una justificación. “Pero no una justificación personal, sino una bastante religiosa e ideológica”, dice.

Como docente de la clase de Historia Social de la Iglesia Evangélica en Guatemala, Mazariegos resume la presencia del protestantismo en este país. En su plática, este profesor señala 1976 como el año cuando ingresó a Guatemala la iglesia Neopentecostal o Carismática, de la mano con el neoliberalismo evangélico y a la vez político. El momento fue clave en la formación ideológica y religiosa de una generación que ahora se encuentra en una edad madura.

En ocasiones, dice Mazariegos, ese tipo de formación provoca que las personas respondan a patrones en los cuales la guerra contra el enemigo se justifica siempre y cuando sea para preservar los principios cristianos ideológicos y de prosperidad. El académico interpreta el mensaje como un pragmatismo bárbaro, como decir “si nos funciona matar a unos cuantos mareros, miren, ese es el camino”.

Las sospechas de muertes extrajudiciales perpetradas por la Policía durante los últimos dos años y el mensaje de Sperisen llevan a Mazariegos a pensar que, en algún momento, la lucha contra la violencia pudo convertirse en o interpretarse como una guerra espiritual: el bien contra Satanás y sus huestes. Un pensamiento radical, opina el profesor, que puede hacer perder de vista la sensibilidad social del cristianismo y hacer pensar que las capas bajas, como los pandilleros, ya no son sujetos de redención.

He ahí el cuestionamiento de fondo, según Samuel Berberián, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Panamericana. Este académico observó fragmentos de esa transmisión y, se pregunta si lo que el ex director de la Policía quiso decir es si el fin justifica los medios. Pero si alguien lo dice en este país, dice Berberián, es porque tal vez el ciudadano común espera escuchar.

“En Guatemala tenemos una cultura de venganza y no una de justicia; entonces no tenemos concepciones claras de lo que queremos que haga la justicia: si yo robo es porque tengo hambre, pero si me roban es una injusticia”, opina Berberián.

Este teólogo descubre en el mensaje de Sperisen a un idealista, alguien admirado por muchos
precisamente por eso, por tratar de alcanzar su objetivo sin importar los medios. Alguien que manejó ideales, pero no procedimientos, y a pesar de que se advierten sus mejores intenciones, no tuvo las herramientas para ejecutarlas.

Lo que venga después

Aunque el fuego parece extinguido ahora, un dilema nuevo surge en la comunidad evangélica. No importa la reunión, los líderes no pierden oportunidad para comentar el tema y en voz baja preguntarse ¿qué pasó en la Policía?

Se lo cuestionan porque varias iglesias participaron activamente en jornadas de oración y líderes protestantes acudieron, además, a predicar a la propia institución en muchas ocasiones.
El diario The New York Times en su edición del 5 de Marzo reportó que muchos de los integrantes de los escuadrones de la muerte que, aparentemente, operaron bajo el auspicio de la Policía, eran miembros de iglesias evangélicas. “Miran las ejecuciones extrajudiciales de pandilleros, conocidas como limpieza social, como un trabajo santo,” reportó el diario.

Los pastores confiesan ahora su temor a que exista una interpretación equivocada de que un brazo religioso radical estuvo detrás de políticas de ilegalidad. “No niego que existan cristianos que piensan así, pero sabemos que esa es una interpretación equivocada,” dijo un pastor que pidió no ser citado.
Mientras, ex miembros de la Policía Nacional Civil llaman a líderes de diferentes denominaciones en busca de apoyo espiritual. Y ese es otro gran dilema. Porque la feligresía cuestiona cuando una figura pública, miembro de sus congregaciones, falla o se equivoca. “Y lo que las Iglesias deben hacer, es no ceder a las presiones... más bien identificar que es momento de cuidado pastoral para muchas personas que atraviesan esos momentos” dice Jim Adams, rector del Seminario Teológico Centroamericano (Seteca).

No es la primera vez, después de todo, que las iglesias deben lidiar con este asunto. La gente aún recrimina las faltas de Jorge Serrano Elías, evangélico neopentecostal que dejó la Presidencia de Guatemala tras alterar violentamente el orden democrático del país y huyó bajo acusaciones graves de corrupción.

Hay más casos dentro de la comunidad evangélica. Hace tres años, por ejemplo, una congregación a donde asistía un ex ministro acusado de fraude decidió que esa persona no debía ofrendar hasta que su situación judicial estuviera resuelta.

El miedo es que se corte a todos con la misma tijera. En una conversación, para no ser citado, el pastor de una iglesia conservadora reflexiona: “Es injusto porque recriminan el hecho de que sean evangélicos quienes cometieron esos errores ... Con Serrano Elías, por ejemplo, o Ríos Montt, no pueden perdonarlo. Yo les pregunto: ¿qué religión tenía Alfonso Portillo?”

“El problema real de fondo es la pérdida de confianza ... ante estos hechos, el único peligro es perder la credibilidad de la gente”, dice Adams. “Por ejemplo: si un pastor cometió adulterio, aunque restaure su vida, la próxima vez que predique, la gente no podrá olvidarlo, y mientras él hable, ellos se repetirán: no creo, no creo, no creo...”

Ese, dice Adams, es el verdadero problema con el que las iglesias van a lidiar después de impactos de esta naturaleza. “Pero no es imposible” dice el rector “lo más importante es recordar que no existe pecado que no pueda perdonarse”.

El espacio de “Valor y Servicio” en Canal 27 es de momento un asunto indefinido. Con el cambio de autoridades, es incierto si la ministra de Gobernación, Adela de Torrebiarte, querrá lanzar a un nuevo comisario al espacio que ocupó Erwin Sperisen.



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